El que debiera ser su mejor momento se está convirtiendo en el rápido cavado de su propia tumba. La división interna fragmenta al PAN por conflictos irreconciliables.
Es tema de conversación constante en los pasillos del partido y en las pláticas de café, el PAN está pasando su peor momento interno. Justo cuando las condiciones políticas pueden dárseles de la mejor manera de cara a las elecciones del 2018, comienzan los cismas internos, pero lo más grave es que nadie, en su cúpula parece actuar en consecuencia. Esto les puede costar su posibilidad de regresar a la Presidencia de la República en 2018, les contamos porqué.
“El enemigo está afuera, la responsabilidad histórica que tenemos los panistas es ganarle al PRI… Estoy abierto a que dialoguemos más internamente, pero lo que la gente pide es que no nos dividamos… Al único que le conviene que nos dividamos es al PRI y a López Obrador, vamos a resolver nuestras diferencias” RICARDO ANAYA. Presidente del PAN.
Si uno analiza a bote pronto las condiciones políticas del país de cara a las elecciones presidenciales del año 2018, todo parece indicar que, de acuerdo con las encuestas y la percepción misma del ambiente político, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) estaría completamente fuera de la jugada, muerto a priori para el 2018. En cambio, todo pareciera indicar que, el Partido Acción Nacional (PAN), es quien se llevaría la victoria recuperando la ansiada silla presidencial. Sin embargo, un análisis más profundo puede demostrar todo lo contrario, recordando siempre que la complejidad de la ciencia política estriba justamente en que, en política, dos más dos, no necesariamente son cuatro.
La naturaleza misma de éstos dos partidos, muy similares en ciertos preceptos básicos, es completamente opuesta en el ADN de sus bases. Esencialmente lo que más les diferencia, es justamente lo que más fuerza le da a uno y le quita al otro. En el PRI, su fortaleza elemental tiene que ver con la disciplina de su militancia, o lo que ellos llaman “ser institucionales”. Han aprendido que, cuando todos cierran filas en torno a “su candidato”, generalmente salen victoriosos. En cambio, cuando le dan vida a la democracia interna, las cosas simplemente no les funcional, no están hechos para la democracia y se resquebrajan con facilidad cuando no tienen un líder fuerte que les indique qué camino seguir y quién será su próximo Tlatoani. Mientras que en el PAN, afanosos por abrazarse en la vida democrática, o por lo menos con ésa justificación, las distintas corrientes internas se confrontan abiertamente, desgastan y muchas veces, la mayoría, se pulverizan a tal grado que terminan muriendo (políticamente hablando) antes de haber comenzado la batalla real.
Este escenario es el que está poniendo en grave riesgo las posibilidades que, en teoría, podrían tener los panistas para regresar a Los Pinos en 2018 y, paradójicamente, son las que darían fuerza a una eventual repetición del PRI en la presidencia.
Hoy en día, ante la fortaleza ganada para el PAN en términos políticos, por el desgaste, los errores y los horrores del PRI, las corrientes internas se encuentran enfrentadas a muerte. Por un lado está Ricardo Anaya que, con todo y su tierna sonrisa, afable tono e inseparable imagen de “bonachón”, es un tiburón político que está haciendo uso descarado de su posición como presidente del partido para aprovecharse de todos los recursos que esto representa, tanto material como humana y económicamente le sea posible, para crecer en las preferencias demoscópicas. Por otro lado está el calderonismo encabezado en Margarita Zavala, quien recordemos que nunca ha sido, desde su salida de Los Pinos, bienvenida en el PAN y que ahora busca, a como dé lugar, derrocar a Anaya en la presidencia del partido para poder poner a un presidente del PAN “a modo” que le sirva para poder hacerse de la candidatura presidencial. Y mientras que anayistas y calderonzavalistas se dan hasta con la cubeta, el tercero en discordia, que justamente juega a eso: “ser un tercero en discordia”, es el gobernador de Puebla, Javier Moreno Valle. Recientemente cuestionado por la autoridad electoral por hacerse publicidad anticipada apareciendo en cientos de espectaculares colocados de manera estratégica en el país para difundir, supuestamente, una portada de una revista que le llama “presidenciable”, Moreno Valle está jugando fuerte en su apuesta por emerger como la opción viable para el 2018 después de que Anaya y Zavala se desgarren mutuamente.
Cuando el PRI determine su estrategia para definir un candidato que muy probablemente podría ser Miguel Ángel Osorio Chong, o algún “tapado” en la persona de alguien como el Dr. José Narro Robles, lo que ocurrirá es que, a tal grado de tensión interna en el partido, en el momento en que surja ésa definición, el priísmo correrá a cerrar filas en torno a ése candidato.
De la misma forma como gobernar desgasta, también ser los primeros en las encuestas desgasta enormemente. La posición privilegiada de la que está valiéndose ahora el PAN en su conjunto al sentirse nuevamente como el espacio político que puede representar un “cambio” (¿otra vez?) le está valiendo ciertamente una fortaleza política de puertas hacia fuera del partido. Pero internamente esta misma circunstancia política está convirtiéndose en una sangría profunda que está calando al interior del PAN. Basta platicar con los calderonzavalistas para escuchar cómo profieren todo tipo de improperios en contra de Ricardo Anaya, de la misma forma como los paleros de Moreno Valle aseguran terribles afirmaciones sobre Margarita y Ricardo, respectivamente. Y esto no es nuevo, lo mismo le ocurrió al PAN durante el año 2011 cuando, gozando del poder, se preparaban para buscar continuar en la presidencia de la República para el 2012 y, por un lado, tardó tanto Calderón en permitirles “correr a los caballos” y por otro esos caballos, o esos gallos para hablar en términos políticos mexicanos, cuando pudieron “correr” lo hicieron para destrozarse unos con otros. Calderón, enojado porque no había quedado como candidato del PAN su “delfín”, terminó por abandonar, como luego él mismo lo ha reconocido, a la candidata de su partido, Josefina Vázquez Mota. Si lo analizamos bien, lo mismo está ocurriendo, están siguiendo el mismo patrón de comportamiento político interno: se están haciendo garras.
Basta recordar el pasado 24 de octubre cuando Ricardo Anaya declaraba, “el enemigo está afuera, la responsabilidad histórica que tenemos los panistas es ganarle al PRI… Estoy abierto a que dialoguemos más internamente, pero lo que la gente pide es que no nos dividamos que lleguemos unidos a la elección de 2018 y le ganemos al PRI y a López Obrador… Al único que le conviene que nos dividamos es al PRI y a López Obrador, vamos a resolver nuestras diferencias”, aseguraba en entrevista radiofónica para Joaquín López-Dóriga. Y es que Anaya no es ajeno a la situación, sabe muy bien que su partido adolece genéticamente de ésa capacidad interna de ponerse de acuerdo y cerrar filas detrás de un líder.
Mientras esto ocurre internamente en el PAN, paradójicamente con esto se beneficia el PRI. Y es que dentro del PRI, las corrientes internas, ya empiezan a sudar frío, ya ven como se diluyen sus posibilidades para el 2018, ya visualizan cómo se les escapa el poder de entre las manos, y entonces, cada día que pasa, es un día en el que, en la psicología del priísta, están esperando a su “hombre fuerte”. Cuando el PRI determine su estrategia para definir un candidato que muy probablemente podría ser Miguel Ángel Osorio Chong o algún “tapado” en la persona de alguien como el Dr. José Narro Robles, lo que ocurrirá es que, a tal grado de tensión interna en el partido, en el momento en que surja esa definición, el priísmo correrá a cerrar filas en torno a ese candidato. Justamente por esta razón, el coctel que se está formando dentro del PAN, es explosivo, tanto interna como externamente, y hace de todo esto la peor crisis dentro del panismo de cara a las elecciones de 2018. Si siguen así, llegarán divididos, peleados, diluidos y con un priísimo dispuesto a cerrar filas, tal como lo marca su ADN, su genética propia en el PRI, en torno a un candidato de unidad. Al tiempo.
Y mientras que anayistas y calderonzavalistas se dan hasta con la cubeta, el tercero en discordia, que justamente juega a eso: “ser un tercero en discordia”, es el gobernador de Puebla, Javier Moreno Valle.