Hoy no puedo escribir sobre nada más que no sea la corrupción tan pública que nos rodea todos los días.
Siga usted leyendo… porque estoy hablando de EEUU. Y siga leyendo porque de esta corrupción no se lee todos los días.
Aquí estoy en el sexto piso de una oficina cuyas ventanas me dan una vista tan cercana al Capitolio en Washington, que a veces me parece más que una escena real, una de esas fotografías enormes que usan en los sets de cine.
Esta ciudad ha sido mi hogar por más años de los que quiero admitir, y yo mismo en un momento decidí que el periodismo por generoso que hubiese sido conmigo, lo mejor que podía hacer por mí, después de tantos años, era abrirme las puertas del cabildeo y el del comercio de influencias.
Ese es el negocio de Washington; en el que está el dinero real, el dinero serio y abundante. Después de todo, esa es la mayor industria de mi ciudad. Para el record, no lo hice porque no me gustó que el trabajo diario me obligara a perder la honra, también diariamente. Lo dejé. No. No me baño en pureza. La experiencia lo que me dejó fue un cinismo muy grande.
Y es que en esta ciudad los intereses especiales, que se aplican en la mayor parte de las oficinas privadas de esta ciudad, se dedican a influir al gobierno… Y esos intereses especiales son muy difíciles de resistir como compañía.
Este es un sistema en el que todos los que han hecho amigos y socios dentro del gobierno, se han dado la vuelta para hacer de esta amistad y esta asociación, el más jugoso y productivo de los negocios. En esta ciudad los intereses especiales dilapidan millones de millones de dólares para obtener cualquier cosa para los poderosos. Los demás; a nadie le importan.
El poder de esta ciudad está en sus élites del corredor de los Acela, que son los trenes de primera clase que unen a Washington con Nueva York y Boston. La gente que usa ese corredor diariamente, no tiene ni idea de los problemas de la decreciente clase media americana.
Le hablo de todo esto porque esto es lo último que ha salido en las discusiones de las campañas políticas del 2016.
La gran pregunta es; si la Fundación de Bill Clinton la “Clinton Global Initiative”, es el mejor y más cínico negocio jamás creado. O si es en realidad la más noble organización salida del poder público para ayudar no a la clase media americana, sino a los más desprotegidos, a los más pobres del mundo entero. Yo personalmente sigo creyendo que se trata de esto último.
Y le voy a contar porque: cuando uno conoce de cerca a muchas de estas personalidades del gobierno americano, y ocurre también con las personalidades políticas del mundo entero, se da uno cuenta que frecuentemente en privado son aún más impresionantes que en público; y que, en privado, muchos de ellos tienen una verdadera vocación por hacer que este mundo sea mejor.
Pero por otra parte me horroriza darme cuenta que con cada año que pasa, el nivel de venta y compra de influencias en esta ciudad es mayor. Me horroriza darme cuenta como para sobrevivir las elecciones de cada 2 años, cada congresista deben dedicar hasta 5 y 6 horas del día a pedir dinero para sus campañas. Y me disgusta como a cualquiera que lo vea, que a cambio de miles de dólares esos parlamentarios se convierten en los cerrajeros de los poderosos. Cerrajeros porque son los que se dedican a abrirles cualquier puerta. Aun las más impenetrables.
Donald Trump acusa a los Clinton, Bill y Hillary de haberse hecho multimillonarios recibiendo cientos de miles de dólares solo por pronunciar discursos poco interesantes de media hora. Eso es cierto, pero nadie que yo conozca tiene pruebas de que, a cambio de pagarles por hablar, los grupos que lo hacen, obtengan beneficios directos de “quid pro quo” de parte del gobierno.
A lo mejor es que yo no conozco a la gente que tiene esas pruebas. Por eso me gustaría saber a quién conoce Trump, o quizás Trump está hablando de él mismo, porque en su vida de empresario él ha confesado haber repartido muchos millones de dólares para comprar la amistad, la influencia, la fidelidad y el trabajo de cerrajeros de los políticos del país entero.
Trump tiene razón en decir que el sistema está viciado. Solo ponga atención a lo que le voy a contar.
En los edificios que mantienen los dos partidos políticos principales de EEUU, el demócrata y el republicano y que están a una o dos cuadras del Capitolio, hay cubículos especialmente diseñados con un escritorio, un teléfono y una computadora. Son cubículos que están obligados a usar los 435 congresistas federales para también, obligatoriamente pasar de 6 y hasta 7 horas, por día, hablando con la gente que en sus distritos tiene dinero. Las llamadas son para pedir contribuciones en “cash”.
De acuerdo con la biblioteca del congreso, que es un órgano independiente de análisis y de investigación, el número promedio de días que los diputados federales americanos pasan sesionando es de 139 días cada año. Si una campana sencillita promedio cuesta 600 mil dólares, eso quiere decir que durante esos 139 días que esos congresistas están en Washington necesitan recoger y asegurar, $4,316 dólares con 54 centavos… ¡Diarios!
Y si la campaña es una de las difíciles y competidas el costo puede llegar fácilmente a los dos millones de dólares. O lo que es igual a recoger $14,388 dólares con 48 centavos… ¡Diarios!
Los senadores necesitan entre 2 y 35 millones de dólares por campaña cada 6 años.
Muy arbitrariamente digamos que son 139 días por 6 años para un total de 834 días. Los senadores necesitan recoger $2,398 dólares con 08 centavos cada día que pasan en Washington para una campaña barata y $41,966 dólares con 42 centavos cada día que pasan en Washington para una campaña cara.
De acuerdo con el “Center for Responsive Politics” muchos miembros del congreso no tienen contrincantes este año en sus re-elecciones, porque nadie en sus distritos es capaz de llegarles al mismo nivel en juntar tanto dinero. Por eso, entre más años estos señores y estas señoras pasan en el Congreso más difícil es competir contra ellos para sacarlos.
La fórmula es muy simple. Vende tu alma… y el dinero llegara solo.
En tantos años y tantas elecciones aquí, he conocido a muchos idealistas que han llegado para cumplir con un ideal noble de servicio que han tenido toda la vida… y después de unos años, estos mismos idealistas se han viciado de cinismo y se han vendido al sistema para seguir bebiendo del poder político para ganar elecciones.
Dígame usted si hay que pasar entre 6 y 7 horas diarias pidiendo dinero por teléfono, ¿cuantas horas más quedan en el día para hacer del trabajo de congresista? Y cuánto tiempo les quedará para trabajar por la gente de sus distritos y de sus estados, si la mayoría del tiempo que queda, es para pagar por los favores de las contribuciones.
Es cierto que Bill Clinton recibe dinero de gente del mundo entero para su fundación, pero también es cierto que la fundación lo usa en obras públicas y en trabajo para los más pobres, para los que más lo necesitan, no en Estados Unidos, en el planeta entero. Y no es cualquier cosa, son ya más de 10 mil millones de dólares los que el ex presidente recoge cada año.
Donald Trump y los republicanos dicen que, si Hillary gana, el ex presidente debe renunciar a su fundación, porque la gente que le da dinero lo que espera a cambio es obviamente acceso a la Casa Blanca. La gente de la Fundación dice que Bill es indispensable y que sin el “Clinton Global Initiative” la organización morirá.
¿Usted qué cree?
¿Es o no es tiempo ya de cambiar y de descontinuar el famoso “Washington two step? El baile que en Washington todos bailan.