En Bacalar, el tradicional «puente» del Día de Muertos, una festividad que normalmente revigoriza la actividad turística con su colorido y misticismo, se ha visto ensombrecido por el frente frío número 8. Según el empresario turístico Nicanor Piña Ugalde, la presencia de este fenómeno meteorológico ha congelado las expectativas de una temporada fructífera, manteniendo la actividad en un gélido 30 por ciento.
La atmósfera de Bacalar, usualmente vibrante y soleada, se ha trocado por un manto de nubes y lluvia que ha desalentado a los visitantes. Esta situación nos lleva a reflexionar sobre la vulnerabilidad del turismo a los caprichos del clima y la necesidad de estrategias adaptativas.
Con una mirada hacia el cielo y la esperanza en el pronóstico, Piña Ugalde —también presidente del Comité Pueblos Mágicos de Bacalar— anticipa que el alivio podría venir con el fin de semana, trayendo consigo los rayos del sol y, con suerte, un incremento en la afluencia turística.
Sin embargo, la dependencia de los buenos tiempos meteorológicos plantea la pregunta: ¿Es suficiente esperar a que las nubes se dispersen o debería Bacalar, como destino turístico, desarrollar un plan B que sea resistente a la inconstancia del clima?
Este escenario plantea una oportunidad para que los empresarios, autoridades y la comunidad consideren medidas proactivas. Desde la diversificación de actividades turísticas que sean menos dependientes del buen tiempo hasta la mejora de la infraestructura y servicios que puedan proporcionar una experiencia satisfactoria incluso bajo la lluvia.
