La gobernadora Mara Lezama Espinoza ha anunciado que el tan esperado Puente Nichupté, una infraestructura que promete remodelar el panorama de Cancún, está programado para abrir sus vías a principios de 2024. Este anuncio viene acompañado de la noticia de que los equipos trabajan sin descanso, asegurando un progreso continuo en este proyecto tan crucial.
El puente, una «obra emblemática» según la gobernadora, no solo se postula como un hito en la protección civil sino también como un instrumento para cerrar las brechas de desigualdad social. La eficiencia en la movilidad, apunta Lezama, devolverá a los trabajadores horas valiosas para disfrutar con sus familias, un cambio significativo en la calidad de vida de quienes transitan diariamente por la zona hotelera.
Durante una supervisión reciente, se destacó el diseño innovador y la ingeniería avanzada del puente, incluyendo «gazas de incorporación» de notable estética y funcionalidad. Con más del 33% de la obra completada, los detalles presentados a la gobernadora reflejan un compromiso con la seguridad y la conservación ambiental.
Sin embargo, toda obra de esta magnitud lleva consigo inquietudes y desafíos. A pesar de los avances, surgen preguntas: ¿Cómo se están manejando los impactos ambientales en una región conocida por su riqueza natural? ¿Es la transparencia en el manejo de fondos y la promesa de ausencia de peaje suficiente para garantizar la viabilidad a largo plazo del proyecto?