Luego de conocer los resultados de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, que dieron la victoria al republicano Donald Trump, se hace necesario reflexionar sobre la relación entre México y nuestro vecino del norte que va mucho más allá de la vecindad geográfica.
Ambas naciones no sólo compartimos 3 mil 142 kilómetros de frontera y una creciente actividad económica, sino que nuestros ciudadanos están desarrollando una genética común, que incluye los idiomas.
Esto se debe a que son más de 34.6 millones de personas de origen mexicano los que habitan al norte del Río Bravo, lo que significa un 11 por ciento de la población de todo Estados Unidos.
México es el segundo socio comercial de la Unión Americana y el primer destino de las exportaciones de Texas, Arizona y California, además del segundo mercado para otros 20 estados. Tan sólo en 2015, el monto de nuestras exportaciones al vecino país fue de 380 mil millones de pesos, cifra que representa el 80 por ciento del total de nuestras ventas al exterior.
De igual manera, nosotros somos también importantes compradores para la Unión Americana. En el año de referencia, 395 mil millones de pesos, cerca del 50 por ciento de nuestras compras en el extranjero, se orientaron a Estados Unidos.
Esta intensa interacción económica se expresa en el hecho de que el flujo monetario entre ambos países es de un millón de dólares por minuto, y, además, representa una buena cantidad de empleos para mexicano y estadounidenses.
Esto es muy significativo, porque es toral, para la economía de nuestro país, fortalecer regiones sólidas productivamente y económicamente, dentro de nuestro territorio e incluso más allá de nuestras fronteras.
Ante la situación de incertidumbre que prevalece en algunos sectores económicos de nuestro país, y aun del mundo, es muy importante subrayar que el destino de México no se ha decidido en las urnas del vecino país. Pese a que, sin duda, el resultado tiene ya efectos directos en nuestra economía, por ejemplo, el tipo de cambio ya rebasó la barrara de los 21 pesos por dólar, ello nos obliga a seguir trabajando, con unidad y determinación, en una agenda económica común que será la que nos lleve adelante, frente a toda adversidad presente o por venir.
Hoy tenemos que perseverar en la modernización de nuestra planta productiva y en el fortalecimiento de nuestras cadenas productivas. También es imperativo fortalecer nuestro mercado interno, no sólo de consumo sino de toda la producción de bienes, con el fin de generar las fuentes de trabajo y las oportunidades que demandan y merecen nuestros connacionales. Asimismo, es urgente el fortalecimiento de nuestras instituciones, el saneamiento de nuestra vida pública, el combate a los flagelos sociales que limitan nuestro desarrollo. Y ello sólo lo podemos lograr con unidad y una firme decisión de sumar en aquello que nos une.
A reserva de la dinámica que adopte la relación bilateral entre gobiernos, las y los industriales de transformación hacemos un llamado para la unidad de los mexicanos. Sociedad y gobierno, sectores productivos, fuerzas políticas y sociales, todos, podemos y debemos ponernos de acuerdo para hacer frente a los retos presentes o futuros.
Unidad no es unanimidad, sino la posibilidad real de ponernos de acuerdo en temas sustantivos para impulsar una estrategia que saque adelante a nuestro país y que nos permita aprovechar las ventanas de oportunidad que hoy se presentan.
Pese a los factores políticos, México y Estados Unidos no son vecinos distantes. Los fuertes lazos que nos unen son indisolubles.