Por: Erick Guerrero Rosas
Es una rareza, algo extremadamente difícil de alcanzar en las altas esferas del poder: que un gobernante domine, muestre habilidad tanto en el ámbito político como en el económico.
Luis Raúl Matos, Ex Ministro de Finanzas, Diputado y Senador venezolano, actual Decano del Programa de Gobernanza de la Universidad de Washington, en Washington, D.C, Estados Unidos, suele contar a sus alumnos de posgrado una anécdota para ilustrar esa paradoja que se presenta con relativa frecuencia en funcionarios de gobierno.
Asegura que en la década de los años treinta se dio una entrevista en la Casa Blanca muy esperada por los medios de comunicación: John Maynard Keynes, el economista inglés más célebre del siglo XX, se reuniría a puerta cerrada con el entonces presidente Franklin D. Roosevelt, quién se encontraba justo en la cima de su popularidad, debido a que sacó con sus programas de gobierno (el famoso “New Deal”) a EU de la Gran Depresión, la crisis más grave en la historia del sistema capitalista, gracias a que (según especulaban especialistas), se había inspirado en las enseñanzas que Keynes plasmó en su libro: “Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero”.
Al salir de la reunión, una nube de reporteros se abalanzó sobre Keynes, quién en un tono molesto sólo alcanzó a decir: “lo que pasa es que Mr. Roosevelt no entiende nada de economía”.
A la mañana siguiente, después de revisar los titulares de los periódicos, Roosvelt convocó a una rueda de prensa para aclararle a los medios que: “lo que pasa es que Mr. Keynes no entiende nada de política”.
Viene a colación porque tal parece que el ahora ex-Secretario de Hacienda, el Dr. Luis Videgaray, encarna esa contradicción. Es un fiel reflejo, ejemplo palpable de lo que puede ser destreza desde el punto de vista técnico, combinada con una gran torpeza desde el punto de vista político.
Videgaray, economista de sólida formación académica, es un personaje respetado a nivel mundial. Se le conoce como el artífice, el cerebro, la materia gris detrás del “Pacto por México”, el paquete de reformas estructurales aprobado por los Partidos Políticos en 2013, que impactó a las élites financieras internacionales, algunos de cuyos destacados miembros aseguran que dentro de algunos años llevará a México al liderazgo de América Latina; a convertirse en potencia mundial.
The Wall Street Journal filtró la hipótesis de que Videgaray había conseguido y gestionado la visita a México del malquerido Donald Trump, porque con su discurso populista, el candidato republicano a la presidencia de EU, amenazaba con provocar un “shock” en el tipo de cambio, en la cotización del peso frente al dólar. Para amortiguar el golpe, disminuir el posible impacto negativo que eso podría traer consigo, entonces había que negociar, limar asperezas con Donald Trump, a fin de conseguir que moderara su postura y darle así, tranquilidad a los inversionistas.
El argumento tiene sentido. Suena válido porque, efectivamente, si Trump sube en las encuestas y amenaza con llegar al poder, la tercera y cuarta semana de octubre, así como la primera de noviembre (la elección presidencial es el martes 8), el tipo de cambio estará muy presionado. Y si por alguna razón llegara a ganar, entonces no me quiero imaginar qué nivel podría alcanzar la cotización peso-dólar el miércoles 9, jueves 10 o viernes 11 de noviembre, porque se nos iría a las nubes, antes de que regrese la calma a los mercados.
Si The Wall Street Journal tiene razón, entonces Luis Videgaray actuó como un gran economista. Haciendo justo lo que procedía desde el punto de vista estrictamente técnico. El mismo Trump parece haber avalado éste punto de vista al decir en su cuenta de Twitter que: “al renunciar Videgaray, México perdió a un brillante funcionario, con quién EU hubiera hecho tratos maravillosos”.
El problema es que la decisión de recibir a Trump en Los Pinos, se dio en el peor momento: en un ambiente de abierto linchamiento hacia el Presidente Peña. De gran descontento y resentimiento por la falta de resultados económicos. De odio hacia la corrupta clase política mexicana y a la figura de uno de los estadounidenses más despreciados de los últimos tiempos: Donald Trump.
Así pues, desde el punto de vista político, fue un error garrafal. Videgaray puso en el paredón al Presidente Peña: aún sin querer, lo colocó “de a pechito” para que siguiera recibiendo metralla.
Si con el paquete de reformas estructurales Videgaray exhibió destreza técnica, con la visita de Donald Trump a México, demostró una gran torpeza política…tacto de elefante, pues.