Por: Leonel Serrato Sánchez
Analista Político
Las campañas electorales son una colección de cosas podridas, sin importar de qué partido o candidato se trate, apestan a Si bien es cierto que la política es el sustituto moderno de la guerra, y que en la guerra todo se vale, en la política de este tiempo lo llevan todo al exceso.
No pasa un instante del día en que las personas que se dedican a la política militante, es decir los que aspiran a integrarse a ejercer el poder público se arrojen lodo (por decir lo menos) unos a los otros, y además lo hacen con singular alegría, pensando quizás que con sus diatribas le hacen mucho bien a la sociedad.
En esta elección 2016 se han dicho de todo, llegando a acusaciones muy delicadas, mire Usted: En las doce elecciones para gobernador que se libran en el país, los partidos se han acusado mutuamente, de cuestiones que pueden ser verdades o mentiras, y las respuestas supuestamente defensivas han fluido tanto como las acusaciones
En el estado de Tamaulipas, el Partido Revolucionario Institucional, primero tímidamente y luego encarnizadamente, ha señalado que el candidato del PAN es narcotraficante; así sin ambages han llevado el asunto hasta las fiscalías –oficinas inútiles por todo lo demás, pero ya habrá tiempo de revisar ese tema en otra ocasión- pero primero lo han ventilado groseramente en los medios de comunicaciones y en las redes sociales.
En Durango, han dicho los priistas que el candidato panista ha amasado una fortuna en forma inexplicable, y para ejemplo publican sus costosas propiedades. En Veracruz el PRI ha agarrado parejo, acusando al polémico candidato de la alianza PAN-PRD de corrupto, de ladrón y de pederasta, y al de MORENA de vividor del erario.
En Quintana Roo el candidato opositor, postulado con una celeridad impactante por la alianza PAN-PRD es señalado por los priistas como jefe de un clan que ha hecho fortuna mediante su cercanía con el poder público.
Todas esas acusaciones tienen sin embargo como común denominador que en esos estados de la república el PRI puede “Pero esto que ocurre ferocidad de todos por aplastar a sus adversarios, o por lucir más intolerantes y no es casual, tiene una fuente; el origen de los problemas que están viviendo las democracias, son los políticos.”
El descrédito de los gobiernos de todo signo provoca una crispación social sin precedentes, y las campañas políticas un encono que nos indica cómo será el proceso electoral de 2018 en el que elegiremos diputados, senadores y Presidente de la República, amén de varias gubernaturas estatales.
En medio del peor escenario económico desde el “error de diciembre”, cuando nuestro país se hundió arrastrando a toda Latinoamérica, México ingresa a una espiral de efervescencia política de resultados impredecibles, y de modos muy violentos.
Pero no sólo en México se cuecen habas, voltee Usted a Estados Unidos, cuya elección presidencial se ha salido de los cauces que durante siglos han mantenido, y en los que la moderación parece no caber, sino al contrario, entre más loco, más estridente y más insensato, más popular.
Miremos a Brasil, postrado porque su clase política no es capaz de procesar en forma adecuada las investigaciones por corrupción, y en forma sorpresiva, enloquecidos o extraviados han tirado a su Presidenta; a Argentina, cuya derecha en el poder no es capaz de convivir con las izquierdas y cada anuncio presidencial el populismo de gran calado histórico en la nación albiceleste, contesta con riadas de gente desbordando sus calles en ruidosas y desordenadas manifestaciones; o la desmesurada e irracional reacción del poder presidencial en Venezuela, al que pretenden borrar de la faz de la tierra sus opositores que hoy son mayoría en la Asamblea Nacional.
Una vorágine de desencuentros en nuestro país, y por todo el continente, con una más decididos. Pero esto que ocurre no es casual, tiene una fuente; el origen de los problemas que están viviendo las democracias, son los políticos.
El lenguaje violento con el que los políticos pretenden asaltar el poder está generando una creciente sensación de impotencia en todos los electores, y merced a ello, esos electores estarán entregando su voto a opciones radicales, con la esperanza de que acaben con el caos y regrese la paz gracias a la “mano dura” que prometen ejercer.
No sólo es el lenguaje, sino en el fondo de todo la corrupción, y una desvergüenza que no tiene precedentes en la historia moderna.
Exhiben la colección de sus flaquezas con la frente en alto, respondiendo con puros discursos y nunca con pruebas; se burlan de la gente y usan las partes más retorcidas de nuestro entramado social para encumbrarse más y más.
Se acusan durante las campañas, se exhiben unos a los otros, se rasgan las vestiduras y encenizan sus cabelleras con ayes de dolor, queriendo pasar por santos, mienten y engañan, y acuden ante las fiscalías para denunciar la paja en el ojo ajeno, pero sólo durante las campañas, después, resulte lo que resulte, todos son cómplices.
Este es el tiempo en el que el abuso, el latrocinio y las desviaciones no son sancionadas por el electorado, por esto tenemos a esa caterva de hombres y mujeres viles ejerciendo el poder público sin contrapeso alguno.
Hace un poco de tiempo creía que estos tiempos eran los del gobierno de los mediocres, de los tímidos que no ejercían el poder para no lastimar a nadie; ahora estoy cierto que este tiempo que viene será en el que gobiernen los desvergonzados, los cínicos y los mentirosos.