Si la antigua Babilonia era un gran centro para el comercio y las artes, en el Quintana Roo del siglo XXI, el cosmopolita polo turístico de talla internacional, es también el lugar donde se trafica y se especula con el capital político.
A diferencia de otras zonas de la República, en donde hay una cultura política consolidada, en Quintana Roo no se busca el poder político, se posicionan electoralmente franquicias y luego se venden al mejor postor.
Y seguramente por ello, el estado más importante de México en materia turística puede considerarse como la entidad con el mayor atraso en su desarrollo político y democrático.
A lo largo de la historia del estado, los líderes de oposición han buscado pactar con los gobernantes en turno, trabajar para ellos.
Ya ocurrió antes.
Con Roberto Borge los líderes de la oposición hacían lo que el entonces gobernador les ordenara e hicieron todo lo posible por impedir que se concretara la alianza que a la postre postularía a Carlos Joaquín.
Hoy, los mismos que estaban entregados a Roberto Borge han decidido que el mejor negocio es volver a vender la franquicia panista al gobierno en turno.
Lo único que está por definirse es quién hará la negociación final desde la nueva dirigencia estatal. La mejor comparsa del carnaval de Cozumel palidecerá con la que se está construyendo en el PAN para simular una “oposición”.
La elección de la nueva directiva panista está programada para el 6 de diciembre y los nombres que se manejan son los de siempre: Reyna Tamaño, Faustino Uicab o Eduardo Martínez Arcila.
La dirigencia nacional está a tiempo para dar el manotazo sobre la mesa y evitar la entrega. Es evidente que el PAN de Quintana Roo no puede autogobernarse, es necesario desaparecer al CDE y sustituirla por una delegación nombrada y supervisada por el CEN, siempre y cuando el panismo desee construir algo serio de cara al 2024.
En Quintana Roo todo está a la venta. Es la Babilonia de la política de México.